12 de marzo de 2009

Caso Madeleine McCann - Una ley de privacidad le sentaría muy bien al Sr. Mosley. Al igual que su padre él no cree en la libertad

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Daily Mail

By Stephen Glover

Max Mosley es un hombre notable. Uno tiene que admirarlo de algún modo. El pasado año, el presidente de los deportes a motor fue filmado por News of the World participando en una orgía con (…)

(...) Se han realizado a la prensa por el momento, algunas críticas increíblemente consentidas contra los periódicos realizadas el martes por Gerry McCann, cuya hija de tres años, Madeleine, desapareció del apartamento familiar en Praia da Luz en Portugal en mayo de 2007.

Según el Sr. McCann, él su esposa “fueron el centro de algunos de los artículos más sensacionalistas, inciertos, irresponsables y perjudiciales en la historia de la prensa.”

Hasta cierto punto, diría yo. Dios sabe, que algunos periódicos cometieron algunos excesos imperdonables. Pero los periódicos también ofrecieron una publicidad indispensable para los McCann en su desesperado intento de encontrar a Madeleine. Sin duda, los McCann y sus RP se convirtieron en expertos manipulando a los medios en su beneficio. Tampoco, tengo miedo de decir, lo fue su propia conducta, siempre por encima de cualquier crítica, ya sea en el momento de la desaparición de su hija o después.

Por supuesto, los McCann tienen un caso contra los periódicos, y no van a ser encorchetados con Max Mosley, quien desde mi punto de vista no tiene ninguno en absoluto. Parece extraño, sin embargo, que los miembros del Comité de Cultura, quienes presumiblemente están a favor de una prensa libre, estuvieran dando un agosto (hacer el agosto) semejante a estas críticas en un momento en que el futuro de algunos periódicos está en peligro

No es un secreto que la Prensa en este país está pasando un momento difícil por razones que van más allá de la recesión económica. En concreto, muchos títulos locales están afectados. Jonson Press, un editor, una vez poderoso, de muchos periódicos locales, anunció ayer unas escalofriantes malas cifras.

La posible desaparición de muchos de nuestros títulos locales es sin duda un asunto de mucha mayor preocupación que los tejemanejes del martes.

¿Cuál es el precio de la democracia si los procedimientos judiciales no son denunciados, si los errores policiales son obviados y la incompetencia o corrupción de los concejales ni siquiera es advertida? El Comité de Cultura serviría al interés público mucho mejor si se preocupase por los apuros de los periódicos locales en lugar de satisfacer los desvaríos de Max Mosley.

Puede que él no sea una figura de gran importancia, a pesar de su posición en las carreras, y el mundo hubiese seguido girando perfectamente feliz si nunca hubiésemos conocido sus desviados hábitos. Hablando a nivel personal, yo hubiese no haber leído sobre ellos, aunque defiendo el derecho del News of the World de publicarlo.

Sin embargo, no tenga ninguna duda sobre lo que él está presionando. ¿No es terrorífica la idea de que un obispo que tiene una amante sea protegido por leyes antimedios, o un atleta que toma drogas?

Él quiere una protección a la privacidad que se extendería entre figuras públicas relativamente insignificantes como él mismo a aquellos que ostentan el poder real. Que abarcaría no solo los desvíos sexuales sino también a la delincuencia financiera. Ahí es a donde nos llevaría una ley de privacidad, y yo espero que, a pesar de su cortesía hacia el viejo granuja, el Comité no se vea tentado.

Max Mosley quiere que los hombres ricos e influyentes sean capaces de controlar el modo en que sus vidas son noticiadas, para que puedan aparecer ante nosotros no como son en realidad, sino como ellos quieren que nos imaginemos que son. Una ley de privacidad sería un privilegio para los ricos y poderosos – algo que habría, sin ninguna duda, hubiese gustado a Sir Oswald Mosley. El hijo, al igual que su padre, no cree en la libertad.

Traducción de Mercedes