22 de mayo de 2011

Caso Madeleine McCann – La angustia de Kate McCann


Kate McCann deja escapar la oportunidad de aclarar las cosas en un libro que añade poco a un extenso canon, escribe Eilis O’Hanlon

por Eilis O'Hanlon
22 Mayo 2011

Libro: Madeleine
Autor: Kate McCann
Bantam Press, €22.99

¿Por qué Kate? Desde el momento en que su hija desapareció de un apartamento turístico alquilado en el resort de Praia da Luz, Portugal, ha sido Gerry McCann quien ha sido siempre la cara pública de la campaña “bring Madeleine home”. Él fue quien trató con los periodistas, creó páginas Web, escribió un blog actualizando la búsqueda. Si alguien iba a escribir un libro sobre esa época, sin duda cabía esperar que fuera Gerry quien lo hiciera.

Pero siempre fue Kate quien fascinó a los observadores. Se espera que las madres se comporten de un modo concreto y la de Madeleine no parecía estar desempeñando su papel adecuadamente. Fue criticada por ser demasiado fría, por no mostrar más sus emociones. El público puede ser un jurado cruel. Quieren su libra de carne. Cuatro años después, aun sin conocer el destino de Madeleine, Kate ha dado un paso adelante para contar su propia historia – aunque su motivo para hacerlo siguen siendo típicamente obstinado.

Pudo haber realizado un diario durante la búsqueda, para que los gemelos, Sean y Amelie – y también Madeleine, si y cuando se reuniera con la familia – supieran qué había ocurrido durante esos días terribles, pero la única razón que se está haciendo pública ahora a la audiencia es para financiar la búsqueda de una niña desaparecida. “Ahora somos las únicas personas que la estamos buscando”, tal como apunta Kate conmovedoramente, y eso cuesta dinero. Que esto ayude al libro es la dificultad.

Es difícil revisar este libro con cierta objetividad, especialmente cuando es un texto tan extraordinariamente controlado. En muchos sentido, el libro adolece de las mismas deficiencias que condujeron a que Kate fuese vilificada tan terriblemente en algunos sectores. Ella es claramente una persona intensamente privada, a quien no lo resulta fácil abrirse. Con demasiada frecuencia, estas páginas dan la sensación de contención. Hay algunos datos extremadamente íntimos, por ejemplo sobre cómo necesitó terapia para superar su “repulsión” por el sexo después del secuestro, y escribe con intensidad penetrante sobre sus sentimientos de culpa, pero es como si estos detalles estuvieran enmascarando lo que es si no una falta de moral en el corazón del libro.



Tras el preámbulo inicial sobre su vida antes de las vacaciones, el libro se reduce a narración cronológica de los acontecimientos públicos que siguieron, salpicado con digresiones sobre cómo se sentía en cierto momentos.

Los Tapas Nueve son personajes sombríos a todo lo largo; en realidad nunca llegamos a tener una idea de quienes son. Gonçalo Amaral, el jefe de policía portugués que se convirtió en una espina en el costado para la pareja, es una presencia periférica. La noche en que desapareció Madeleine – sobre lo que gira todo – es tratada en solo unas pocas páginas. El estado exacto de la habitación y las idas y venidas de los muchos personajes a la mesa, siguen estando frustrantemente vagos.

Esta era la mejor oportunidad de Kate para aclarar las cosas, pero el libro añade poco a un canon ya extenso. Una y otra vez, su respuesta a las alegaciones contra ellos es simplemente para reiterar lo que dijeron en sus declaraciones en aquel momento. Sin duda esto no hará que nadie cambie de idea. Las personas que apoyan a la pareja se centrarán en los pasajes que describen su dolor desgarrador y su sentimiento de culpa. Aquellos que sospechan encontrarán más combustible en la forma despectiva y superficial en la que Kate contesta algunas de las alegaciones más graves que pesan sobre la pareja. Cuando los perros especialmente entrenados en rastrear olor a cadáver, por ejemplo, detectaron olor a muerte en el apartamento de la familia, Kate se apresura a poner de relieve la poca fiabilidad de los perros pisteros. Tiene sentido absoluto en la medida en que saben que ellos no hicieron nada para dañar a su querida hija.

Pero como padre, ¿no estaría aterrorizado por lo que olieron estos perros? El hecho de que una fuerte indicación de muerte había sido encontrada en la escena suscita inmediatamente la posibilidad de que algo terrible le ocurrió a tu hija en esa habitación; pero Kate y Gerry son casi combativos en su creencia de que su hija no está muerta. “Madeleine está viva hasta que alguien demuestre lo contrario”, insiste todavía. Tal vez esa es la única manera en que puede seguir adelante – Kate admite haber tenido intermitentemente visiones terribles de su hija sufriendo abusos y asesinada – pero la respuesta sigue pareciendo insatisfactoria.

Tal vez esto es solo repetir el primer error de querer más de Kate McCann de lo que desea o es capaz de dar. Con demasiada frecuencia escribe como una espectadora de los acontecimientos, no una participante. Terapéuticamente, eso puede ser una reacción normal en personas que han sufrido experiencias traumáticas, pero lo convierte en un libro extrañamente indiferente y distante. Es casi como si Madeleine no fuese la única que desapareció aquella noche, sino Kate también.

Eilis O'Hanlon

© Traducción de Mercedes