No es demasiado tarde
Publicado por John Blacksmith
11 de agosto de 2010
Un juicio por difamación con una defensa de alto perfil es en Reino Unido un juego de “el ganador se lo lleva todo”. Idealmente el éxito requiere ciertas cosas. En primer lugar, una gran billetera. Sin ella nada puede hacerse. El sistema de justicia civil inglés utiliza una alta proporción de los mejores cerebros jurídicos del mundo y con razón, ganan una gran cantidad de dinero. El esfuerzo de investigación meticulosa requerido para montar un caso que se sostenga ante la feroz habilidad de estos abogados para triturar y desmantelar demandas con bases poco sólidas –y los abogados civilistas de Reino Unido dejan a los fiscales descalzos en sus habilidades procesales- significa que la preparación del caso requiere recurrir a más de los mejores cerebros disponibles, así como a investigadores y expertos en el campo correspondiente.
Una red de colaboradores especializados e investigadores privados, bajo cargos por hora y día, trabajando para los abogados, tiene que realizar la tarea rutinaria pero, nuevamente, la cara tarea de simplemente localizar a estas personas en cualquier parte del mundo, para apoyar el caso. Todo tiene que ser abonado: documentos, clips, copias, servicios de transcripción, llamadas – la factura solo para esto, antes de pagar una sola minuta legal, ascenderá a miles.
Por lo tanto, es inútil embarcarse en una aventura tal, sin al menos un millón de libras disponibles para financiarlo, bien porque lo posees, lo ganas o creando un fondo de gran alcance para recaudar tal cantidad de dinero. Esto último, a su vez, requiere una gran cantidad de personas emocionalmente comprometidas a una causa sencilla de entender y un grupo de expertos, incluyendo voluntarios, capaces de movilizarlos. No hay ninguna evidencia de que Gonçalo Amaral tenga ninguna de las dos cosas.
Algunos de los libros escritos por los participantes en el caso por difamación Irving v Lipschitz son un modelo de cómo puede ser financiada y dirigida una defensa bien planeada, pero sobre todo profesional. Es difícil ver muchos paralelismos en el caso del inspector. Financieramente Gonçalo Amaral está debilitado y la circunscripción (literalmente) mundial de seguidores potenciales claramente no se han unido, o sido alentados, a su lado con contribuciones a gran escala; ha habido, de hecho, pocas pruebas de una campaña internacional con el objetivo de recaudar grandes cantidades. Ni, sorprendentemente, hay ninguna prueba de que personas acaudaladas en Portugal se hayan unido a su causa con sus propios fondos. Los McCann han tenido tanto un fondo como un banco de simpatía pública a los que recurrir, ninguno de ellos todavía secos, así como individuos adinerados deseando invertir en su apoyo.
Y esto antes de cambiar a los méritos del caso. Mi propia creencia es que hay pruebas, muchas de ellas resumidas en entradas anteriores de Bureau, de un comportamiento de los padres que equivale a un “sugerente patrón de conducta”, uno consistente con el deseo de que la investigación portuguesa sobre la muerte de su hija “fracase”.
Podría haber muchas razones para que los padres sintieran y actuaran de esta forma, obviamente entre ellas, la pérdida de confianza en las habilidades de la policía portuguesa, falta de confianza en su objetividad y el temor de que pudieran ser injustamente acusados. Pero ciertamente existe un caso menos caritativo que puede ser realizado y sería entonces un tribunal quien decidiera sobre él en base a los méritos de las pruebas, incluidos los interrogatorios. En este marco Amaral tendría un estatus como algo más que el autor de un libro acusador: si, como Carlos dos Anjos alegó, en realidad existió una obstrucción a la investigación, entonces el inspector en persona posiblemente fue víctima de tal obstrucción, tanto a través de filtraciones a los medios de comunicación en su contra como las circunstancias que precedieron a su renuncia.
Pero esto es solo mi opinión y no hay garantía de victoria. Podría haber otra estrategia, un ataque o defensa distinto; aunque, sea como sea, deben existir unos cimientos sólidos de pruebas factuales que los sostengan para ofrecer la más mínima posibilidad de éxito. Y, dado el perfil del asunto McCann, necesita de los mejores abogados para construirlo.
En sentido clásico no he visto ninguna prueba de que tal caso se esté reuniendo -colaboradores y voluntarios organizando trabajo de investigación, llamamientos pidiendo información en Portugal, investigadores privados o, nuevamente voluntarios, visitando a aquellos participantes que se han retirado y son ahora libres para hablar, ni cualquier otra manifestación de un ejercicio determinado y focalizado para construir un caso.
En su lugar lo que tenemos, tal como sabemos por las intervenciones del inspector y sus seguidores, es cierto número de afirmaciones dispersas y suposiciones sobre la posible culpabilidad de los McCann y su círculo – el asunto Gaspar, la creencia de que “El Imperio Británico” está contra Portugal, afirmaciones de un fondo fraudulento, la creencia de que el ignorante e incompetente Gordon Brown ha protegido a la banda – la lista sigue. Algunas de las sospechas generalizadas y difusas de Gonçalo Amaral podrían tener un elemento de veracidad tras ellas, pero como pruebas en un juicio por difamación ni siquiera valdrían: cualquier abogado inglés que se precie le diría al inspector – “simplemente no podemos entrar en el tribunal con este material, el juez simplemente lo tirará a la basura: es inútil/inservible.”
Son abogados ingleses, cuyos colmillos afilados por el adverso sistema británico hasta un grado que no creo que los abogados íberos ni siquiera conciban, quienes saltaron sobre la afirmación de que la niña está muerta, junto con la implicación de que los padres lo sabían. Teniendo en cuenta que esta afirmación, combinada con la afirmación excepcionalmente imprudente e incorrecta en el documental “La Verdad de la Mentira” de que la versión del secuestro de los McCann era “imposible” ellos simplemente se frotaron las manos y esperaron a que el dinero fluyera. Supieron inmediatamente que el equipo legal de los McCann en ambos países ni siquiera tenían que construir un caso: solo tenían que invitar a Amaral a proveer cualquier prueba de dos afirmaciones difamantes. Y por supuesto no las hay; opiniones sí, pruebas no.
Creo que el Inspector Amaral es un hombre valiente cuya carrera pudo haber sido destruida por el posible fracaso de los Tapas Nueve a ayudar de todo corazón a la investigación sobre la muerte de Madeleine McCann, fracaso que como sabemos por la actuación de Jane Tanner ante la policía de Leicester, llegó también tan lejos como a Reino Unido. Y creo que él merece justicia.
Sus asesores profesionales son otra cosa. Ningún abogado debió permitirle realizar las declaraciones mencionadas: o bien no utilizó uno o fue terrible y penosamente aconsejado. Su abogado actual, o abogados, están, tal como demostraron las audiencias de la medida cautelar, totalmente incapacitados. No solo eran inconscientes de cualquier embrolloso tratado que debe preceder cualquier aparición del oficial De Freitas, permitiendo así que tanto el oficial como Amaral fueran humillados por Scotland Yard y el Ministerio del Interior, sino que el caso que presentaron fue una vergüenza, sobras recalentadas de 2007 y una aparente incapacidad para responder a hechos en tiempo real en la sala del tribunal.
El testimonio del fiscal de que la pareja no había dicho la verdad era una enorme puerta abierta –que el abogado de Amaral ni siquiera vio, mucho menos abrió de par en par. Fue duro, muy duro, oír a la prensa inglesa ante la puerta del tribunal preguntando impaciente y despectivamente, “sí, sí, pero ¿qué hay nuevo?” La abogada de los McCann, paraguas en mano Isabel Duarte, sin ser la abogada más impresionante desde Cicerón, fue capaz de bramar su camino hacia la victoria sin ningún problema por parte de su oponente.
Y entonces están los asesores no profesionales, no son muy inteligentes, no muy escrupulosos, individuos que se han auto invitado al círculo del inspector, uno o dos de ellos en Reino Unido. Hasta que el inspector haga una limpieza permanecerá entre un grupo de personas que simplemente no pueden ser tomados en serio por abogados, policías o incluso, fuera de Portugal, por periodistas. Por su constante búsqueda de culpables en la sombra, su perezosa postura en las pantallas de televisión portuguesas y su incapacidad colectiva de poder reunir un caso que pueda inspirar respeto –en lugar de material infantil risorio- así como su explotación transparente de la fama de Amaral para sus propios fines, están encerrando al inspector en una muy peligrosa burbuja de ilusión.
Pudiera ser que el inspector ya no desee ir a los tribunales ingleses vía una edición de “La Verdad de la Mentira”. Pero nada se detiene y el poder de los asesores profesionales de los McCann llegará hasta los tribunales portugueses, así que pase lo que pase, con toda seguridad se necesita algo nuevo. Gonçalo, hay personas que están ganando al estar asociados a usted, profesionalmente o no, pero si las cosas se van al traste solo usted pagará el precio. Despiértese antes de que sea demasiado tarde: ¡vuelva a empezar!
Traducción de Mercedes