9 de mayo de 2011

Caso Madeleine McCann – Seréis “arguidos”... sospechosos

La traducción de este artículo tiene como ÚNICA finalidad promocionar el libro de la Sra. McCann en España, algo que estamos seguras ella agradecerá. Somos plenamente conscientes que necesitan ese dinero para continuar con la “búsqueda”. Por lo que parece no se pueden utilizar las imágenes originales publicadas en The Sun así que  hemos utilizado otras que han sido publicadas con anterioridad. Artículo sin incidir para no "influenciar" en la opinión pública.
 


9 mayo 2011

Habían pasado meses desde la desaparición de Madeleine. Kate y Gerry desesperados aun estaban en Portugal con sus gemelos de dos años Amelie y Sean.

En este extracto del libro de Kate, editado y abreviado por ANTELLA LAZZERI y OLIVER HARVEY, recuerda el momento de pesadilla en el que ella y su marido se convirtieron en sospechosos por la policía.

El 2 de agosto dejaba a Sean y Amelie en el toddler club y recibí una llamada de Gerry. La policía quería venir a las 10h00. Algo que ver con los forenses.

Eran las 17h00 cuando aparecieron. Nos dijeron que querían grabar algunas imágenes en vídeo de nuestra ropa y pertenencias.

Los forenses se las llevarían y nos las devolverían al día siguiente.

No nos dieron ninguna explicación de porqué lo hacían. Solo nos dejaron la ropa que llevábamos puesta, nos pidieron a todos que saliésemos de la villa. Cuando nos permitieron volver a entrar, encontramos a cuatro detectives en la casa. Repasaron la lista de lo que habían cogido.

No solo estaba confundida, estaba devastada – al igual que toda nuestra ropa, habían cogido mi Biblia, Cuddle Cate y mis diarios.

¿Por qué habían cogido mis diarios? Obviamente no con un propósito forense – el secuestrador no pudo estar en contacto con ellos porque no existieron hasta mediados de mayo.

Y la Biblia me la había prestado Paddy, el marido de mi amiga Bridget, una semana después del secuestro de Madeleine. Mis diarios eran privados y estaban llenos de pensamientos personales y mensajes para Madeleine. Me sentí violada.



Fue el lunes, 6 de agosto cuando la atmósfera cambió.

A petición de la Policía Judiciaria, Gerry se encontró con ellos en un café de Portimão. Volvió sin el coche. La policía lo había llevado a un depósito municipal para una prueba forense.

Madeleine llevaba desaparecida más de tres semanas cuando alquilamos el coche, pero tal vez aun debía ser descartado de la investigación. Es mediodía, después de recoger a los gemelos, los llevaba en el cochecito gemelar cuando de repente nos encontramos en una emboscada tendida por una horda de periodistas y cámaras de televisión.

Se supo que algunos periódicos portugueses habían publicado aquella mañana algunas historias sugiriendo que Gerry estaba implicado de algún modo en la desaparición de Madeleine.

Sangre


Los perros pisteros habían descubierto trazas de sangre de Madeleine en el apartamento 5A, afirmaban.

Se insinuaba que ella había muerto allí y su cuerpo arrojado al mar. Al día siguiente se informó que se había enviado una muestra de “sangre” a Reino Unido para ver si se podía extraer el perfil de ADN de ella.

No habíamos visto sangre aquella noche – ni, hasta donde nosotros sabíamos, se había encontrado ninguna por la policía o el equipo forense de Lisboa.

Se nos acercó un periodista de la BBC. Parecía realmente preocupado. “¿Saben lo que están diciendo? Dicen que usted mató a Madeleine.” No estoy segura de si había algo en el mundo que pudiera haber sido más ofensivo para nosotros.

Miércoles, 8 de agosto. Nos recibieron en la comisaría de policía Luís Neves y Guilhermino Encarnação, director de la Policía Judiciaria del Algarve.

Ha habido un cambio en la investigación, dijeron. Siempre habían sido optimistas de que Madeleine estaba viva, pero las cosas habían cambiado.

Háblennos sobre aquella noche, dijeron. Dígannos todo lo que ocurrió después de que los niños se fueron a la cama. Yo les di cada detalle que podía recordar, al igual que había hecho antes.

Esta vez me respondieron simplemente mirándome, sacudiendo la cabeza.

Neves afirmó sin rodeos que no creían mi versión de los hechos. “No encajaba” con lo que ellos sabían.

¿No encajaba? ¿Qué es lo que sabían ellos? Empecé a gemir histéricamente, respirando con jadeos desesperados.

Sugirieron que cuando metí a Madeleine en la cama aquella noche, en realidad no fue la última vez que la vi. Pero lo fue. ¡Lo fue! Sentí que estaba siendo intimidada y supongo que lo era así. Supongo que estas tácticas eran deliberadas – desequilíbrala diciéndole que su hija está muerta y haz que confiese.

Continuó una y otra vez. Intentaron convencerme que había tenido una pérdida de consciencia – “un episodio de pérdida de memoria”, creo que lo llamaron ellos.

Mis negativas, respuestas y súplicas cayeron en oídos sordos. Esta era su teoría y querían metérmela con calzador, fin de la historia.

Por fin parecieron decidir que la entrevista había terminado. Entonces era el turno de Gerry. A través de sus lágrimas suplicaba a dos hombres: “¿Tienen pruebas de que Madeleine está muerta? Somos sus padres. Nos lo tienen que decir.”

“Está llegando,” le dijo Neves. “¡Está llegando!”

Gerry quería saber si el caso se había convertido ahora en una investigación de un asesinato. La respuesta fue indirecta: “Probablemente puede adivinarlo por nuestra falta de respuesta.”

Sábado, 11 de agosto. Aquí estábamos – Día 100. Un día que esperábamos nunca llegaría.

Llegó nuestro oficial de enlace Ricardo Paiva. Su tono era sombrío mientras nos hablaba sobre los dos springer spaniels que habían traído a Portugal la policía británica para ayudar en la búsqueda.

Keela, que podía alertar a su adiestrador hacia el más ínfimo rastro de sangre, lo había hecho en el apartamento 5A. Eddie, un perro de recuperación de víctimas o “cadáveres” entrenado para detectar restos humanos, había indicado que alguien había muerto allí.

La policía parecía estar diciéndonos, con el visto bueno de un perro, que definitivamente alguien había muerto en el apartamento 5A y tenía que haber sido Madeleine.

Jueves, 30 de agosto. Fue otro hito que apenas podíamos soportar pensar. Tendría que haber sido el gran momento de Madeleine – su primer día de colegio.

Fue un día horrible. A todas horas, la veía allí de pie con su uniforme nuevo, sonriéndome.

La noche del sábado 1 de septiembre. Soñé con Madeleine por primera vez en cuatro meses. Recibimos una llamada de una de las niñas de guardería. “¿Adivina qué? Dijo. “¡Madeleine está aquí! Ha estado aquí durante un par de días. Está bien.”

Corrimos a la guardería inmediatamente. Y efectivamente, ahí estaba nuestra Madeleine.

Estaba preciosa, tal como la recordaba. Corrí hacia ella, mi cara cruzada con una gran sonrisa, las lágrimas corriendo por las mejillas y simplemente la abracé y la abracé y la abracé.

Soñando

Aunque estaba soñando, podía sentirla. Y Madeleine me abrazaba, sus pequeños brazos me rodeaban firmemente y me sentía tan bien. Podía olerla. Podía sentirla con todos mis sentidos mientras absorbía este momento celestial.

Mi Madeleine. Quería quedarme así para siempre. Entonces me desperté.

¿Cómo podía ser? ¡Aun podía sentirla! ¡Por favor Dios, no dejes que se vaya! Quédate conmigo. Madeleine. Por favor quédate conmigo. No te vayas – quédate con Mamá. Empecé a llorar. El llanto se convirtió en sollozo sísmico. Un sonido sobrenatural, como el aullido de un animal herido, salía de mi boca.

El dolor que oprimía mi pecho se intensificó hasta el punto en que pensé que iba a morir. Había estado con ella. Y entonces se había ido. Otra vez.

A las 16h30 del lunes llegó Ricardo. Nos dijo que la PJ quería interrogarme el miércoles y a Gerry el jueves. Debíamos ir acompañados de nuestro abogado.

Gerry olió una rata. “¿No es inusual que un testigo sea entrevistado en presencia de su abogado?” preguntó. Finalmente Ricardo admitió que lo era. “¿Entonces, cuál será nuestro estatus?” Gerry le presionó.

“Se llama arguido.”

Jueves, 6 de septiembre. Curiosamente, me sentía bien. Mi instinto por proteger a mi hija era más poderoso que mi miedo y podía ver con claridad lo que había que hacer. A las 13h15 Gerry me condujo hasta la comisaría de policía en Portimão. Carlos Pinto de Abreu, mi abogado, estaba allí.

Había tres oficiales de la PJ en la habitación. João Carlos hizo casi todas las preguntas, que yo contesté con el mayor detalle que pude. De regreso en el apartamento aquella noche mi abogado Carlos reiteró que la situación no era buena. La PJ tenía muchas “pruebas” contra nosotros y era seguro que iba a ser constituida arguida por la mañana.

Primero citó las secuencias vídeo que la policía había mostrado con las reacciones de los perros de sangre y cadáver en el apartamento 5A y también en torno a nuestro coche.

Yo estaba totalmente perpleja. Si, como alegaba la PJ, la sangre de Madeleine estaba en el maletero de nuestro coche, que no habíamos alquilado hasta el 27 de mayo, ¿cómo demonios llegó hasta allí? ¿Significaba esto que alguien la había colocado allí? No podía ver ninguna otra explicación.

La teoría de la policía, al parecer, era que había escondido el cuerpo de Madeleine, que luego se trasladó y más tarde se enterró en otro lugar.

Luego vino el asunto de las páginas arrugadas que la policía dijo haber descubierto en mi Biblia prestada. Al parecer esto lo consideraron muy significativo porque el pasaje de esa página trataba sobre la muerte de un niño. Yo no sabía nada de esas páginas arrugadas, mucho menos en qué parte de la Biblia. El hecho de que pidiera ver a un sacerdote la noche de la desaparición de Madeleine también fue visto como una prueba de culpabilidad.

“¿No hablan los portugueses con los sacerdotes en momentos de necesidad?” le pregunté a Carlos. Aparentemente no. Solo llamaban a un sacerdote cuando querían que sus pecados fuesen perdonados.

Un testigo afirmó haber visto a Gerry a mi transportando una bolsa negra grande y actuando sospechosamente. Esto era una tontería absoluta, pero “pruebas” de este tipo se convertían en la palabra de una persona contra la de otra.

“Si ustedes fueran portugueses,” dijo Carlos con un aire de resignación, “esto sería suficiente para meterles en prisión.”

© Kate McCann 2011.

Extraído de MADELEINE por Kate McCann, que será publicado por Bantam Press el 12 de mayo al precio de £20.

© Traducción de Mercedes