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Canarias7.es
Blanca Esther Oliver
Ithaisa ya no aguanta más. El intenso sufrimiento que padece desde hace dos años pudo con ella y su madre tuvo que llevarla ayer a Urgencias del Hospital Insular. No come hace días y no puede tomar la medicación que le prescribieron después de que alguien se llevara a su hijo. Y Yéremi sigue sin aparecer.
El dolor nunca ha dejado de azotar los corazones de la familia de Yéremi Vargas. Su padres, sus abuelos, sus tíos, sus primos, ... todos llevan 730 días sumidos en la pesadilla de no saber dónde ni cómo está el pequeño que les arrebataron sin compasión hoy hace dos años.
Lo cierto es que la vida sigue inexorable. Y esa verdad es fácil de asumir cuando uno tiene a sus hijos bajo su techo protector. Pero para Ithaisa, la vida se paró el 10 de marzo de 2007, cuando su hijo, que entonces sólo tenía siete años, desapareció de la misma puerta de su casa, donde pocos minutos antes jugaba con sus primos. Sólo lo perdieron de vista un minuto, pero esos escasos segundos fueron suficientes para destrozar a toda la familia.
Ayer fue un día especialmente duro para los Suárez. Ya por la mañana, Ithaisa no estaba bien. Desde el pasado jueves había estado haciendo visitas intermitentes a sus médicos. Y es que ya lleva dos años soportando la angustia interminable de no saber nada de su pequeño. Y ayer todo ese tormento la derrumbó.
Por la mañana volvieron a ir al médico y ya de vuelta a casa, estuvo tumbada en un sofá, dormitando. A las tres de la tarde, volvía a marearse. Lleva varios días sin comer a pesar de los esfuerzos de sus padres para que ingiera algún alimento. Entre su madre y su padre la ayudaron a bajar las escalera para llevarla a Urgencias del Hospital Insular. Anoche se quedó allí, donde mantenían hidratado su cuerpo con suero y trataban su depresión con ayuda psicológica. Esperaban que esta tarde vuelva a casa.
Mientras, en Vecindario, José Suárez, el abuelo de Yéremi, cuidaba de Aidan, el otro pequeñín de Ithaisa. Un auténtico trasto que se parece casi como una gota de agua a su hermano perdido. Dentro de la angustia, él es quien obra el milagro de que Ithaisa todavía pueda levantarse cada día.
A las ocho, José parecía nervioso. No sabía cómo estaba su hija. Poco después, su mujer regresó y lo tranquilizó. Ithaisa estaba bien, dentro de lo que cabe, y preveían que se recuperará pronto. «Hay días que a mi hija se le viene el mundo encima y se desespera, incluso quiere arrojar la toalla. Dice que tiene miedo de que Yéremi vuelva y ya no se acuerde de ella o que no la quiera. Yo siempre le digo que no le dé vueltas a la cabeza. Que eso no va a pasar. Yque más vale seguir esperando un año más y que mi niño aparezca vivo».
Hoy es un triste aniversario. Yéremi lleva dos años lejos de los brazos de quienes más le quieren y como dice José, «hoy es inevitable volver a vivir todo aquello. Y volver a romperse la cabeza para intentar averiguar qué pasó, aunque todo sea inútil. Esto nos está costando la vida».
Buenos y malos augurios .
Parece que fue ayer cuando Ithasia pensaba que su hijo aparecería en dos o tres días. Y ya han pasado dos años sin noticias de Yéremi.
Y en todo este tiempo, los Suárez se han agarrado a un clavo ardiendo si con ello respiraban algo de esperanza. Y por eso han sufrido grandes decepciones. José Suárez recordaba las incontables llamadas de personas que decían ser videntes y que en unas ocasiones han dado esperanzas a Ithasia y, en otras, sólo le han reportado un suplicio añadido. «Desde el primer día no han dejado de llamar, incluso desde Arizona. Recuerdo que uno dijo que iban a soltar a Yéremi en casa tres días después. Esa noche la pasé en el balcón, con una manta, esperando a mi nieto. Otros han dicho que está muerto y dónde está enterrado. Pero ya hemos aprendido que sólo son patrañas».
El dolor nunca ha dejado de azotar los corazones de la familia de Yéremi Vargas. Su padres, sus abuelos, sus tíos, sus primos, ... todos llevan 730 días sumidos en la pesadilla de no saber dónde ni cómo está el pequeño que les arrebataron sin compasión hoy hace dos años.
Lo cierto es que la vida sigue inexorable. Y esa verdad es fácil de asumir cuando uno tiene a sus hijos bajo su techo protector. Pero para Ithaisa, la vida se paró el 10 de marzo de 2007, cuando su hijo, que entonces sólo tenía siete años, desapareció de la misma puerta de su casa, donde pocos minutos antes jugaba con sus primos. Sólo lo perdieron de vista un minuto, pero esos escasos segundos fueron suficientes para destrozar a toda la familia.
Ayer fue un día especialmente duro para los Suárez. Ya por la mañana, Ithaisa no estaba bien. Desde el pasado jueves había estado haciendo visitas intermitentes a sus médicos. Y es que ya lleva dos años soportando la angustia interminable de no saber nada de su pequeño. Y ayer todo ese tormento la derrumbó.
Por la mañana volvieron a ir al médico y ya de vuelta a casa, estuvo tumbada en un sofá, dormitando. A las tres de la tarde, volvía a marearse. Lleva varios días sin comer a pesar de los esfuerzos de sus padres para que ingiera algún alimento. Entre su madre y su padre la ayudaron a bajar las escalera para llevarla a Urgencias del Hospital Insular. Anoche se quedó allí, donde mantenían hidratado su cuerpo con suero y trataban su depresión con ayuda psicológica. Esperaban que esta tarde vuelva a casa.
Mientras, en Vecindario, José Suárez, el abuelo de Yéremi, cuidaba de Aidan, el otro pequeñín de Ithaisa. Un auténtico trasto que se parece casi como una gota de agua a su hermano perdido. Dentro de la angustia, él es quien obra el milagro de que Ithaisa todavía pueda levantarse cada día.
A las ocho, José parecía nervioso. No sabía cómo estaba su hija. Poco después, su mujer regresó y lo tranquilizó. Ithaisa estaba bien, dentro de lo que cabe, y preveían que se recuperará pronto. «Hay días que a mi hija se le viene el mundo encima y se desespera, incluso quiere arrojar la toalla. Dice que tiene miedo de que Yéremi vuelva y ya no se acuerde de ella o que no la quiera. Yo siempre le digo que no le dé vueltas a la cabeza. Que eso no va a pasar. Yque más vale seguir esperando un año más y que mi niño aparezca vivo».
Hoy es un triste aniversario. Yéremi lleva dos años lejos de los brazos de quienes más le quieren y como dice José, «hoy es inevitable volver a vivir todo aquello. Y volver a romperse la cabeza para intentar averiguar qué pasó, aunque todo sea inútil. Esto nos está costando la vida».
Buenos y malos augurios .
Parece que fue ayer cuando Ithasia pensaba que su hijo aparecería en dos o tres días. Y ya han pasado dos años sin noticias de Yéremi.
Y en todo este tiempo, los Suárez se han agarrado a un clavo ardiendo si con ello respiraban algo de esperanza. Y por eso han sufrido grandes decepciones. José Suárez recordaba las incontables llamadas de personas que decían ser videntes y que en unas ocasiones han dado esperanzas a Ithasia y, en otras, sólo le han reportado un suplicio añadido. «Desde el primer día no han dejado de llamar, incluso desde Arizona. Recuerdo que uno dijo que iban a soltar a Yéremi en casa tres días después. Esa noche la pasé en el balcón, con una manta, esperando a mi nieto. Otros han dicho que está muerto y dónde está enterrado. Pero ya hemos aprendido que sólo son patrañas».