Por drzz
Recuerden: 1984, en los Vosgos. El pequeño Grégory es encontrado asesinado en un río. El caso, que emociono a toda Francia, causo una verdadera oleada en los medios. Aunque la Justicia nunca se ha pronunciado, dio un veredicto lo suficientemente claro como para admitir que la gendarmería, desde el principio, había encontrado al culpable: Bernard Laroche.
2007: Una niña de 3 años desaparece en Portugal durante la ausencia de sus padres. Su nombre es Madeleine McCann, y se cree que fue secuestrada por raptores desconocidos. Comienza un autentico tornado en los medios de comunicación. Beckham, JK Rowling, la Reina de Inglaterra e incluso el Papa se unen al dolor de los padres, que van de un plato de televisión a otro plato de televisión para repetir la misma historia. En Portugal, en cambio, los investigadores son escépticos; si las pruebas faltan, los indicios no concuerdan con la teoría del secuestro. Olor de cadáver detectado por los perros en el coche de alquiler de la pareja, rastros de sangre de la niña en el apartamento, testigo que afirma que vio al padre salir con una niña en la noche de la desaparición...
Especialmente, el comportamiento de la pareja: el día de la desaparición, los McCann llaman... el canal de televisión Sky News antes que a la policía. Más tarde se atribuyen los servicios de un consejero en comunicación antes de contratar un abogado ... Cuarenta y ocho horas después de la desaparición, la madre se lamenta en la televisión: "Dentro de dos años, todavía estaremos buscándola" ... ¿Qué padre afirmaría tal cosa? Ante los investigadores portugueses estupefactos, el padre McCann no aparta los ojos del partido de rugby en la TV, mientras que la prensa anuncia que ha sido vista a una niña parecida a Maddie en Holanda.
Injustificable, este comportamiento refuerza a la policía portuguesa en su primera opinión: los McCann, médicos acomodados, mataron a su hija, tal vez con medicamentos (Maddie siendo una niña hiperactiva, su madre le administro tranquilizantes para hacerla dormir). Accidente, homicidio voluntario? Nadie lo sabe. Negándose a asumir la responsabilidad de la muerte, la pareja habría inventado por completo la historia del secuestro.
Pero los medios de comunicación británicos no quieren saber nada. El retrato de la pequeña Maddie es vendedor, las stars se multiplican, y los padres son excelentes dramaturgos. En los tabloides ingleses, los portugueses son insultados, calificados de “policías del Tercer Mundo" (como los gendarmes de los Vosgos fueron tratados de “retrasados" cuando sostenían la convicción de la culpabilidad de Bernard Laroche). La justicia para Maddie puede esperar, en su lugar habrá un espectáculo.
Sin embargo, el inspector general Gonçalo Amaral, responsable de la investigación no abdica. Sigue dirigiendo su investigación, y tiene más y más sospechas hacia los padres. Cuando empieza a interesarse por los horarios de la pareja McCann, estos abandonan Portugal para irse a Inglaterra... Amaral se convierte en el chivo expiatorio de los medios de comunicación ingleses. Bajo presión, el gobierno portugués, finalmente, lo jubila anticipadamente.
El inspector no renuncia todavía. Escribe un libro, ahora traducido al francés (Maddie, la investigación prohibida, Bourin éditeur, 2009) y detalla el conjunto de indicios que su equipo encontró. Todo apunta a la responsabilidad de los padres. Su investigación nos recuerda otra, la del capitán Etienne Sesmat, gendarme e investigador- jefe en el caso Grégory, destituido del caso e insultado por la prensa, cuando sus hombres habían encontrado al culpable. Una verdadera justicia de emoción, como lo ha denunciado Frédéric Valandré en su último ensayo.
Mostrando una valentía poco común, el inspector Gonçalo Amaral, tras veintisiete años en la policía judicial, se atreve a denunciar el torbellino mediático que sesga la justicia y hace un verdadero homenaje a la pequeña Madeleine McCann, asesinada por unos padres irresponsables y cuyo recuerdo, sincero, sólo se mantendrá a través de las palabras de un policía portugués que tuvo que abandonar su carrera en nombre de la verdad.
Traducción de Mila
Recuerden: 1984, en los Vosgos. El pequeño Grégory es encontrado asesinado en un río. El caso, que emociono a toda Francia, causo una verdadera oleada en los medios. Aunque la Justicia nunca se ha pronunciado, dio un veredicto lo suficientemente claro como para admitir que la gendarmería, desde el principio, había encontrado al culpable: Bernard Laroche.
2007: Una niña de 3 años desaparece en Portugal durante la ausencia de sus padres. Su nombre es Madeleine McCann, y se cree que fue secuestrada por raptores desconocidos. Comienza un autentico tornado en los medios de comunicación. Beckham, JK Rowling, la Reina de Inglaterra e incluso el Papa se unen al dolor de los padres, que van de un plato de televisión a otro plato de televisión para repetir la misma historia. En Portugal, en cambio, los investigadores son escépticos; si las pruebas faltan, los indicios no concuerdan con la teoría del secuestro. Olor de cadáver detectado por los perros en el coche de alquiler de la pareja, rastros de sangre de la niña en el apartamento, testigo que afirma que vio al padre salir con una niña en la noche de la desaparición...
Especialmente, el comportamiento de la pareja: el día de la desaparición, los McCann llaman... el canal de televisión Sky News antes que a la policía. Más tarde se atribuyen los servicios de un consejero en comunicación antes de contratar un abogado ... Cuarenta y ocho horas después de la desaparición, la madre se lamenta en la televisión: "Dentro de dos años, todavía estaremos buscándola" ... ¿Qué padre afirmaría tal cosa? Ante los investigadores portugueses estupefactos, el padre McCann no aparta los ojos del partido de rugby en la TV, mientras que la prensa anuncia que ha sido vista a una niña parecida a Maddie en Holanda.
Injustificable, este comportamiento refuerza a la policía portuguesa en su primera opinión: los McCann, médicos acomodados, mataron a su hija, tal vez con medicamentos (Maddie siendo una niña hiperactiva, su madre le administro tranquilizantes para hacerla dormir). Accidente, homicidio voluntario? Nadie lo sabe. Negándose a asumir la responsabilidad de la muerte, la pareja habría inventado por completo la historia del secuestro.
Pero los medios de comunicación británicos no quieren saber nada. El retrato de la pequeña Maddie es vendedor, las stars se multiplican, y los padres son excelentes dramaturgos. En los tabloides ingleses, los portugueses son insultados, calificados de “policías del Tercer Mundo" (como los gendarmes de los Vosgos fueron tratados de “retrasados" cuando sostenían la convicción de la culpabilidad de Bernard Laroche). La justicia para Maddie puede esperar, en su lugar habrá un espectáculo.
Sin embargo, el inspector general Gonçalo Amaral, responsable de la investigación no abdica. Sigue dirigiendo su investigación, y tiene más y más sospechas hacia los padres. Cuando empieza a interesarse por los horarios de la pareja McCann, estos abandonan Portugal para irse a Inglaterra... Amaral se convierte en el chivo expiatorio de los medios de comunicación ingleses. Bajo presión, el gobierno portugués, finalmente, lo jubila anticipadamente.
El inspector no renuncia todavía. Escribe un libro, ahora traducido al francés (Maddie, la investigación prohibida, Bourin éditeur, 2009) y detalla el conjunto de indicios que su equipo encontró. Todo apunta a la responsabilidad de los padres. Su investigación nos recuerda otra, la del capitán Etienne Sesmat, gendarme e investigador- jefe en el caso Grégory, destituido del caso e insultado por la prensa, cuando sus hombres habían encontrado al culpable. Una verdadera justicia de emoción, como lo ha denunciado Frédéric Valandré en su último ensayo.
Mostrando una valentía poco común, el inspector Gonçalo Amaral, tras veintisiete años en la policía judicial, se atreve a denunciar el torbellino mediático que sesga la justicia y hace un verdadero homenaje a la pequeña Madeleine McCann, asesinada por unos padres irresponsables y cuyo recuerdo, sincero, sólo se mantendrá a través de las palabras de un policía portugués que tuvo que abandonar su carrera en nombre de la verdad.
Traducción de Mila