Correio da Manhã
Hace mucho que se abandonó el debate serio sobre el destino de la justicia.
Hemos llegado a un punto en el que ya no se puede entender cómo los protagonistas judiciales se lapidan en la plaza pública, hasta tal punto que la poca confianza que quedaba en el sistema judicial corre el riesgo de reducirse a la nada. El clamor sobre las posibles presiones sufridas por los magistrados en el caso Freeport es, por si mismo, revelador de la ausencia de coraje inmanente a las instituciones policiales, ministerio público y jueces. Resulta del propio fundamento ético de la función ser inmune a presiones, ser indiferente a influencias externas a la actividad de investigar, de acusar y de juzgar. Un magistrado que se considera presionado y, por ello, víctima de la imposición de terceros no se reconoce a si mismo.
Su independencia parte precisamente del reconocimiento público que, sea cual fuere el método de condicionamiento de su decisión, él posee inmunidad completa y solo se espera de él que sea justo. Cuando se entra en territorio de demanditas, entonces, ya no estamos hablando de independencia de la función, sino de gente que se aprovecha de la función para maniobras que nada tienen que ver con la Justicia. Confieso que no entiendo este mundo loco. Por otra parte, el presidente del Colegio de Abogados, dentro de la estrategia que diseñó para su mandato, sigue lanzando granadas a izquierda y derecha. Esta vez, disparó a sus colegas, acusando a algunos de ser auxiliares de la actividad delictiva. Para que percibiéramos lo que quería decir y para que su intervención fuese pedagógica, se exigía que se llevase la denuncia hasta sus últimas consecuencias. Fulano hizo esto, el despacho de citano hizo aquello. No hizo más que echar leña al fuego que incendia y devora la credibilidad de aquellos que intervienen en el sistema judicial.
Esta pandilla juega con fuego. Hace mucho que se abandonó el debate serio sobre el destino de la justicia. Se discute el poder y podercito. Se discuten venganzas y vengancitas. Entramos en el terreno de la vulgaridad mediocre y ya no es la opinión pública quien critica el sistema. Es el sistema que se devora a si mismo.
Es necesario recuperar pronto el sentido común y que el silencio sea mayor que el cotilleo. Es importante que las eventuales divergencias, sea en la abogacía, en el Ministerio Publico, o en la policía, se curen rápidamente. No es posible continuar durante más tiempo con este clima de sospecha generalizada, porque lo que está en juego es la estructura esencial del Estado de Derecho. Es posible que haya llegado el momento de que la maledicencia y el ataque personal sean sustituidos por el sentido común. Pilar de cualquier sistema judicial.
Francisco Moita Flores, Profesor Universitario
Traducción de Mercedes
Hace mucho que se abandonó el debate serio sobre el destino de la justicia.
Hemos llegado a un punto en el que ya no se puede entender cómo los protagonistas judiciales se lapidan en la plaza pública, hasta tal punto que la poca confianza que quedaba en el sistema judicial corre el riesgo de reducirse a la nada. El clamor sobre las posibles presiones sufridas por los magistrados en el caso Freeport es, por si mismo, revelador de la ausencia de coraje inmanente a las instituciones policiales, ministerio público y jueces. Resulta del propio fundamento ético de la función ser inmune a presiones, ser indiferente a influencias externas a la actividad de investigar, de acusar y de juzgar. Un magistrado que se considera presionado y, por ello, víctima de la imposición de terceros no se reconoce a si mismo.
Su independencia parte precisamente del reconocimiento público que, sea cual fuere el método de condicionamiento de su decisión, él posee inmunidad completa y solo se espera de él que sea justo. Cuando se entra en territorio de demanditas, entonces, ya no estamos hablando de independencia de la función, sino de gente que se aprovecha de la función para maniobras que nada tienen que ver con la Justicia. Confieso que no entiendo este mundo loco. Por otra parte, el presidente del Colegio de Abogados, dentro de la estrategia que diseñó para su mandato, sigue lanzando granadas a izquierda y derecha. Esta vez, disparó a sus colegas, acusando a algunos de ser auxiliares de la actividad delictiva. Para que percibiéramos lo que quería decir y para que su intervención fuese pedagógica, se exigía que se llevase la denuncia hasta sus últimas consecuencias. Fulano hizo esto, el despacho de citano hizo aquello. No hizo más que echar leña al fuego que incendia y devora la credibilidad de aquellos que intervienen en el sistema judicial.
Esta pandilla juega con fuego. Hace mucho que se abandonó el debate serio sobre el destino de la justicia. Se discute el poder y podercito. Se discuten venganzas y vengancitas. Entramos en el terreno de la vulgaridad mediocre y ya no es la opinión pública quien critica el sistema. Es el sistema que se devora a si mismo.
Es necesario recuperar pronto el sentido común y que el silencio sea mayor que el cotilleo. Es importante que las eventuales divergencias, sea en la abogacía, en el Ministerio Publico, o en la policía, se curen rápidamente. No es posible continuar durante más tiempo con este clima de sospecha generalizada, porque lo que está en juego es la estructura esencial del Estado de Derecho. Es posible que haya llegado el momento de que la maledicencia y el ataque personal sean sustituidos por el sentido común. Pilar de cualquier sistema judicial.
Francisco Moita Flores, Profesor Universitario
Traducción de Mercedes