15 de septiembre de 2009

Desaparecidas

Ladepeche.fr

Editorial de Marie-Louise Roubaud
29/08/2009

América no tiene el monopolio de los secuestros de mujeres, pero el caso revelado en San Francisco parece una copia fiel de la serie de televisión "Sin rastro", en la que Jack Malone es el policía protagonista. Una joven raptada hace dieciocho años, cuando ella tenía 11, en el Condado californiano de El Dorado, reaparece sana y salva, pero con dos hijos de 15 y 11 años a cuestas. El secuestrador que tenía unos cuarenta años en el momento de los hechos y que ya era conocido por los servicios de policía como agresor sexual, ha sido arrestado por el FBI junto a su esposa, que sería cómplice tanto del rapto como del secuestro. El escenario de este suceso, lamentablemente, no es excepcional. Recuerda extrañamente, a otros dos o tres casos. En primer lugar, hace tres años, al de Natascha Kampusch, que impresiono fuertemente a la opinión pública, primero porque ella accedió a hablar a cara descubierta de su secuestro durante ocho años en una casa en las afueras de Viena. Después, porque su carcelero, un joven técnico en telecomunicaciones, aparentemente sin ningún historial, se suicidó inmediatamente arrojándose bajo un tren. En efecto, extraña historia de amor. Otro caso lo había precedido en el lado opuesto del planeta, en Japón, donde una colegiala de 9 años raptada en el camino hacia la escuela, permaneció reclusa durante nueve años, sin que sepamos mucho más. Sin duda, el silencio permite restaurar mejor una personalidad afectada en su integridad, que una publicidad excesiva. ¿Cómo no pensar en este otro caso, mucho más dramático, el de Elisabeth, encerrada, drogada, violada durante veinticuatro años por su padre, en el sótano del domicilio familiar en Viena, Austria. Siete hijos nacieron de esta unión contra natura que horrorizo a Alemania y al resto del mundo.

El hilo común entre estos casos es, por supuesto, la extrema juventud de las víctimas y su pertenencia al sexo femenino. Todas pasaron de un día para otro de una vida de niña libre, normal, a una vida de adulta, presa del sufrimiento precoz de una reclusión, y qué reclusión! Los daños corporales no son nada en comparación a los daños psíquicos de los que se puede temer que duren toda una vida. Madres e hijos confrontados a la misma esclavitud, a los mismos miedos, nos muestran una imagen particularmente devastadora de los fantasmas masculinos. El contraste es siempre violento, entre la inocencia, el candor de las niñas secuestradas y la perversidad y la monstruosidad de sus verdugos. El sheriff americano encargado de la investigación de la joven Jaycce fue el primer conmocionado por las condiciones de detención de la joven "Vivir en un patio trasero durante dieciocho años, eso causa estragos”. Creemos sus palabras. Que los secuestradores no vayan hasta el límite de su locura y no asesinen al objeto de su deseo, como hicieron Marc Dutroux y Michel Fourniret, no les exime de una crueldad, de una voluntad de poder descarriada, a través de la cual asientan su despotismo. Estos criminales se parecen a todo el mundo, nuestra impotencia frente a ellos sólo es igualada por su capacidad de disimulación.

Traducción de Mila

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