Correio da Manhã
26 de septiembre de 2009
Asistí con estupefacción a las declaraciones de la mandataria de un matrimonio cuya hija desapareció en el Algarve en mayo de 2007. Quien de puntillas, cubierta por su pelo rubio, escuché: “Incautamos siete mil libro”.
Trágica noticia. Incautar es aun peor que recibir, por decisión judicial. ¿Cómo es que una abogada está de acuerdo con incautaciones de libros? No dice la señora que apenas era depositaria fiel y que la actividad de incautar libros es cosa del pasado.
La PIDE (Policía de Investigación y Defensa del Estado) es quien incauta libros, mucho más allá de los que eran solos censurados. Dentro del libre albedrío. En el antiguo régimen, se incautaba lo que era considerado ilegal, por aquellos que ostentaban el poder.
Estoy orgullo de que durante el período (más o menos 26 años) en los que trabajé en la Policía Judiciaria nunca haber incautado un libro, apenas y solo aquellos que era considerado ilegal, en términos legales, nada que resultase de un libre albedrío, una decisión personal lejos del sentir de la legalidad.
Distorsionando la realidad y arropándose en los viejos tiempos, solo falta ver a la insigne mandataria bailar alrededor de la hoguera. Y no serán las hogueras de San Antonio, estaremos más cerca de la “noche de los cristales rotos” o de otros “autos de fe” que tan bien sirvieron al obscurantismo y la intolerancia.
26 de septiembre de 2009
Asistí con estupefacción a las declaraciones de la mandataria de un matrimonio cuya hija desapareció en el Algarve en mayo de 2007. Quien de puntillas, cubierta por su pelo rubio, escuché: “Incautamos siete mil libro”.
Trágica noticia. Incautar es aun peor que recibir, por decisión judicial. ¿Cómo es que una abogada está de acuerdo con incautaciones de libros? No dice la señora que apenas era depositaria fiel y que la actividad de incautar libros es cosa del pasado.
La PIDE (Policía de Investigación y Defensa del Estado) es quien incauta libros, mucho más allá de los que eran solos censurados. Dentro del libre albedrío. En el antiguo régimen, se incautaba lo que era considerado ilegal, por aquellos que ostentaban el poder.
Estoy orgullo de que durante el período (más o menos 26 años) en los que trabajé en la Policía Judiciaria nunca haber incautado un libro, apenas y solo aquellos que era considerado ilegal, en términos legales, nada que resultase de un libre albedrío, una decisión personal lejos del sentir de la legalidad.
Distorsionando la realidad y arropándose en los viejos tiempos, solo falta ver a la insigne mandataria bailar alrededor de la hoguera. Y no serán las hogueras de San Antonio, estaremos más cerca de la “noche de los cristales rotos” o de otros “autos de fe” que tan bien sirvieron al obscurantismo y la intolerancia.