El compañero Henrique Monteiro, director del Expresso, también es conocido como "Petit Larousse" entre los compañeros de profesión. El apodo le fue puesto por a la sabiduría enciclopédica que demostró tener cuando era sólo periodista, junto con su baja estatura. En el caso McCann, Henrique Monteiro se mostró muy "Petit" y muy poco "Larousse". Y puso de manifiesto una santa ignorancia y una ingenuidad poco compatible con su edad y su posición en el periodismo, al proclamar, subido a su "bolsa/huevo de plástico" que "si se demostraba que la pareja era culpable", "perdería por completo la confianza en la condición humana."
Si el director del Expresso estuviese más atento a la realidad vería que abundan, en todo el mundo, casos de madres que matan a sus hijos, de hijos que matan a sus padres y de hermanos que matan a hermanos. Escribo estas líneas con el corazón roto, temiendo que, si esto llega a conocimiento de Henrique Monteiro, él se convierta en un hombre de poca fe, desilusionado y amargado, sin esperanza en la condición humana, como resultado de la confrontación con este mundo que él, según parece, desconoce.
En noviembre de 2007, en la ciudad de Tucson, Jennifer E. Jansma mató a su hijo de ocho años. En mayo de 2005, en Chicago, Nicole Harris mató a su hijo de cuatro años porque no paraba de llorar. En abril de 2007, en Maryland, un hombre de 55 años golpeó a su madre hasta la muerte. En marzo de 2001, en Bulgaria, Daniela Terziiska, estranguló a su hijo de tres años. En diciembre de 2006, en Alabama, Shalinda Kalika Glass mató a su hijo de cinco años. En noviembre de 2007, Linda Calbi golpeó hasta la muerte a su hijo de 14 años, porque le había pedido que apagase la televisión. En julio de 2008, en Las Vegas, Sherri Love acuchilló hasta la muerte a su hija de siete años e hirió a otro hijo de ocho. En agosto de 2007, en Canadá, un adolescente mató a tiros a su madre de 43 años y a su hermana de cuatro años. En enero de 2008, en Florida, un hombre golpeó hasta la muerte a su hija de cuatro meses, porque hubiese preferido que su mujer hubiera dado a luz a un niño. En febrero de 2008, en Georgia, Anthony Tyrone Terrell, de 17 años, mató a su madre y dos hermanas de 11 y 4 años respectivamente.
"Americanadas" en su gran mayoría, dirá Henrique Monteiro, escudado tras la editorial de su espeso periódico. Son cosas que sólo ocurren allí. Sin embargo en Escocia, Petrina Stocker mató a su hijo, poniendo 13 cucharadas de sal en el biberón. En Inglaterra, Danielle Wails mató a su hijo de cuatro meses, incendió la casa y dijo a la policía que había sido atacada por dos hombres, que la maniataron con el cable de teléfono. También en Inglaterra, Martina McHattie arrojó al suelo a su hijo de seis meses y dijo a los médicos que el niño se había caído, accidentalmente. El bebé falleció en el hospital, unos días más tarde.
Nada de esto es nuevo. Reza la Biblia que Caín dio ejemplo, matando a su hermano Abel. La hipótesis de que Gerry y Kate McCann estén implicados en la muerte de su hija sería, para el Director del Expresso, el fin del mundo. De "su" mundo, donde estas tragedias, por lo visto no existen. Supongo, que porque así lo decide él. Omitió explicar, en ese editorial, si su confianza en la condición humana se estremece sólo cuando se trata miembros de la clase media-alta británica, rubios y de ojos azules.
Lo peor de todo, para el director del Expresso, sería el hecho de que la PJ nombrase “arguidos (…) a los padres de Maddie" y, al mismo tiempo, haya enviado "subversivamente al público señales de una conjetura que presentaron como si estuviera probada: que la niña había muerto y que los padres habían escondido el cadáver." Si el director de Expresso mirase hacia abajo y contemplase el mundo real, de vez en cuando, sabría que, en los Estados Unidos, por ejemplo, el 77% de los casos de abuso (violencia física, abuso sexual, abuso emocional y negligencia) detectados por las autoridades, son causados por los propios padres. En el 11% de los casos, son otros familiares de los niños. En Inglaterra y Gales, en 2002, casi el 80% de los autores de homicidios de niños fueron sus propios padres.
Henrique Monteiro dice que se alegra de no haber perdido su confianza en la condición humana. Pero dice que ha pasado a desconfiar de la PJ – una policía que no investiga, que sólo hace conjeturas, escribe. Policía incompetente, por lo tanto. Una policía que tiene "ciertas personas" que se sienten más jueces que investigadores. El Director de Expresso mete en el mismo saco a "ciertos periodistas, para quienes la verdad es lo que dice una fuente policial, aunque el sentido común contradiga la lógica de esa supuesta verdad".
El sentido común, en este caso, es el sentido común de Henrique Monteiro. Porque lo que no está de acuerdo con, su sentido común, por lo visto, no es sentido común. Sería una "conjetura", "mito", "arrogancia" o "completo desastre". Y todo esa "gente" que no comparta el sentido común, con olor a la infalibilidad papal del director del Expresso, son "personas mezquinas, pequeñas, sin grandeza. "
Afortunadamente, tenemos a Henrique Monteiro. Que no es mezquino, no hace conjeturas, no alimenta mitos y es la modestia en persona, tiene un buen sentido y, aunque pequeño de estatura, exhala grandeza por todos los poros. Travestido de inspector de Policía Judicial, perito forense, especialista en pruebas genéticas, entrenador de perros pisteros, juez de Instrucción Criminal y magistrado del Ministerio Público, el Director de Expresso ha investigado la investigación y ha emitido un informe lapidario: "El llamado “caso Maddie” fue un desastre."
Cuando acabé de leer este editorial, me acordé de las conferencias de prensa de Clarence Mitchell, de los vídeos de Jon Corner, de las acusaciones desbocadas de Filomena McCann, de las entrevistas de Gerry y Kate, de los artículos de opinión de Tony Parsons, de los reportajes de Lori Campbell, de los "directos" de Martin Brunt y de la vivacidad y entusiasmo de las intervenciones televisivas del Dr. Rogerio Alves. Pobres infelices. Ante esto, son unos meros aprendices de mago.