3 de diciembre de 2008

El calvario de la víctima

Correio da Manhã


El Estado de las Cosas

“Como regla general, la víctima es olvidada y abandonada. Nadie se preocupa por la violación sus derechos”

En el origen del Derecho la víctima ocupaba una posición destacada, en la medida en que se le facultaba la posibilidad de requerir la venganza o la compensación. Con la evolución de la sociedad y con la desaparición de la venganza privada, el Estado pasó a ser el titular de la “persecutio criminis”, habiendo la víctima sido puesta en una situación periférica del Derecho.

Siendo esta política criminal acertada y la filosofía a seguir por cualquier Estado Democrático de Derecho, lo cierto es que se ha ido demasiado lejos en la desprotección de la víctima. En el modelo clásico de justicia criminal, la víctima ha sido neutralizada, continuando olvidada. Una sociedad que no presta asistencia a las víctimas de sus crímenes es un sistema penal que no las protege, no tiene dignidad. La protección de la víctima no es una preocupación del proceso penal, que está más interesado en asegurar los derechos de los delincuentes. Como regla, la víctima es olvidada y abandonada. Nadie se preocupa de la violación de sus derechos. En este contexto, la actual reforma de las leyes penales es un buen ejemplo de la desigualdad y de ese abandono. Solo quien nunca ha presenciado la angustia, el miedo, el terror o quien nunca juzgó puede afirmar que la víctima será alguna vez la “señora” del proceso penal. Cada vez más el proceso penal se distancia de la víctima y se aproxima al arguido. El calvario de la víctima desde que sufre la violación doméstica, o abuso sexual, el secuestro, robo o el intento de homicidio, pasando por la demanda, hasta el juicio, es escalofriante. Solo Cristo, que murió en la cruz para salvar a la Humanidad, es sensible de comprender esta triste realidad. La víctima, que es instrumentalizada por la Acusación, no es señora de nada, ni de si misma. El estado de debilidad y de estigmatización que sufre cuando es agredida es enorme. El impacto psicológico es brutal. Ella tiene miedo de venganzas, represalias, ella siente la falta de confianza en la actuación de la policía en el sistema penal y tiene una sensación de impunidad.

Sufre daños psíquicos, físicos, sociales y económicos que ninguna pena o indemnización borrará de su memoria. Esta reparación formal de los daños es otra crueldad del sistema penal, porque en la mayoría de los casos las indemnizaciones son miserables (y casi nunca son pagadas), llegando incluso a constituir un segundo daño, cometido por el Estado. La reparación de los daños no es la prioridad, sino la imposición del castigo. La situación deshumana y de desamparo penal de las víctimas es un verdadero “vía crucis criminal”.

Rui Rangel, Juiz desembargador

Traducción de Mercedes