Publicado
el 19 de septiembre de 2009
A
las 8h30 del día 4 de mayo unos cansados Kate y Gerry McCann, junto con otros
del grupo Tapas (algunos se quedaron atrás para hacer de canguro), reunidos
ante los apartamentos del Ocean Club para ser traslados en coche a Portimão
para realizar la entrevista formal y el participar en el proceso de toma de
declaraciones. En contraste con el caos en Praia da Luz de la noche anterior,
la relativa calma de la comisaría de Portimão ofreció la primera oportunidad a
los investigadores de obtener una imagen clara de los hechos ocurridos la noche
del 3 de mayo y averiguar más sobre los antecedentes, relación y movimientos de
las personas implicadas.
Solo
cuando tuvieran esa información, estaría el equipo de la policía en posición de
formular una línea detallada de una investigación criminal más que un ejercicio
de búsqueda de emergencia. Tal como dijo un oficial de la PJ, las primeras
informaciones de Praia da Luz indicaban que “todas las hipótesis estaban
abiertas,” incluyendo, en la lúgubre terminología de la lista policial,
“despertar y vagar,” accidente/eventual, muerte/ocultación de cadáver, heridas
corporales con resultado de muerte, negligencia u homicidio intencionado,
venganza, secuestro para posible rescate, predador sexual e intruso
interrumpido.
En
cualquier investigación cada posibilidad investigativa requiere una gestión
distinta y una distribución diferente de los recursos y mano de obra, debiendo
traer la mayor parte de fuera. La decisión de concentrarse en el “despertar y vagar”,
por ejemplo, que incluía la posibilidad de que la niña hubiese sido capturada y
asaltada mientras estaba desaparecida, requeriría una alta concentración de
mano de obra relativamente sin experiencia en el lugar combinado con un intenso
trabajo forense. Sugerencias de un acto de venganza o rencor, por otra parte,
necesitarían una utilización de los recursos totalmente diferente, con mucha
menos mano de obra “sobre el terreno” y la concentración del esfuerzo de la
búsqueda en acciones y paraderos de posibles autores. La muerte accidental o de
otro tipo a manos de colaboradores cercanos, tal como empleados locales, el
grupo en sí mismo o incluso la familia, requeriría una mano de obra
relativamente limitada, pero muy altamente cualificada y necesitaría concentrarse
en lo que un jefe de la PJ describió como “investigación pura” – analizando
cuidadosamente el paradero y declaraciones de posibles sospechosos y
examinándolos una y otra vez en busca de conflictos y contradicciones –
“pistas”. Por último, el secuestro o rapto sigue siendo de lejos la línea de
investigación más abierta, inextricable y la más hambrienta de recursos,
demandando de las fuerzas policiales un esfuerzo ilimitado durante el tiempo
que puedan permitírselo.
Ningún
esfuerzo investigativo razonable, en ningún cuerpo policial, podría avanzar sin
esta primera valoración de las pruebas y ponderación de las posibilidades y,
aun cuando los McCann se estaban preparando para sus entrevistas, un equipo de
la policía en la recientemente creada “sala de crisis” estaba compartiendo
ideas (brainstorming) sobre el asunto como corresponde. El problema era que en
este caso tan extraordinario estaban perdiendo el control de la planificación y
la oportunidad de un análisis sosegado, casi antes de que hubieran empezado: el
control de acontecimientos y la determinación de la futura dirección y magnitud
de la investigación, ya se estaba escapando – o siendo quitada- de su alcance.
El
Inspector Gonçalo Amaral, coordinador del caso, un hombre de considerable inteligencia
así como instinto, sobre quien oiremos hablar más, presentía que algo estaba
ocurriendo pero no tenía ni idea de qué era exactamente. Trabajaba sobre el
terreno en Praia da Luz mientras sus subordinados realizaban y organizaban las
declaraciones en Portimão cuando fue sorprendido por la repentina llegada a las
10h00 del Cónsul británico, presente no solo para conferir sino también,
bastante sorprendentemente, para expresar un punto de vista sobre la
investigación.
Amaral,
quien aparentemente no había sido advertido de su inminente llegada, y mucho
menos de su familiaridad con los acontecimientos, tuvo la impresión de que el
cónsul estaba “insatisfecho” con el trabajo de la policía. ¿Pero cómo podía
estar insatisfecho? ¿Cómo, en otras palabras, se preguntaba el inspector
Amaral, podría haber encontrado hechos suficientes para realizar una valoración
crítica de la actuación de la policial?
Particularmente
en países como España y Portugal con historias de dictaduras semi-fascitas o
fascistas hasta hace tan solo la generación anterior, seguida de un período de
cambios constitucionales fluido y confuso – los oficiales de policía tienden a
tener un instinto para detectar relaciones poderosas y la posibilidad de un
“caso patata caliente” bastante más desarrollado que aquel de, por ejemplo, un
oficial del DIC de Salford-UK: sin tal instinto en ese entorno, después de
todo, es poco probable que prosperes como policía y algunas veces ni siquiera
sobrevives en tu profesión.
El
Inspector Amaral podía “sentir” la presión sobre el caso pero no podía
identificarla ni aislarla, sin información que sugiriera que alguien del grupo
hubiese intentado salir de la investigación, mucho menos que el proceso estaba
teniendo lugar incluso entonces, con Gerry McCann haciendo un gran número de
llamadas importantes desde su móvil mientras Amaral hablaba con el cónsul. Si
el inspector hubiese tenido idea de todo lo que estaba sucediendo sin su
conocimiento ese rostro ligeramente explosivo habría adquirido un tono incluso
más oscuro.
Inspector
Amaral enfrentándose a una mañana difícil
Pronto
tuvo, desgraciadamente para su presión arterial, que enfrentarse con más
sorpresas repentinas tanto en el frente por parte del frente de poder como los
medios de comunicación, las torres gemelas del caso McCann. Mientras sus
subordinados, asistidos por intérpretes, tomaban declaración a Gerry McCann en
Portimão, el inspector, habiéndose librado del problemático y bien informado
cónsul británico, tuvo entonces que saludar a un auténtico pez gordo, esta vez
el subdirector de la PJ en persona, que llegó a toda prisa desde Faro. Su
presencia fue otro indicador de que el caso, con menos de un día de vida,
estaba amenazando con estallar descontroladamente de sus confines.
El
inspector Amaral lo llevó al Ocean Club para mantenerlo callado, igual que hace
uno con los Grandes y los Buenos – y descubrió, para su consternación, que se
estaba llenando con un paquete de medios Madeleine McCann, algo bastante
inusual en las primeras etapas de una investigación portuguesa. Si hubiese
sabido además que el Embajador británico estaba llegando a Portimão para ayudar
a los turistas el día de su interrogatorio su equilibrio podría haber sufrido
incluso más. La mañana fue enriquecida aun más con llamadas desde Portimão
informándole que sus oficiales habían aceptado permitir al grupo Tapas ir a la
comisaría por turnos (para que pudieran hacer turnos para hacer de canguro) con
la probable consecuencia de la posible contaminación de las pruebas de cada
uno. Amaral, que ya había tenido que digerir la desagradable noticia de que la
potencial escena del crimen, el apartamento 5A, había sido pisoteada por las
hordas de extranjeros antes de la llegada de la policía y que los puntos de
acceso, perturbados y manejados por los McCann y sus amigos, vio que su vaso
estaba lleno cuando fue informado de que el proceso de traducción de las
entrevistas estaba ralentizando el proceso de interrogación tanto que todos los
testigos importantes habían tenido “demasiado tiempo para pensar” antes de
contestar las preguntas. No estaba siendo un comienzo auspicioso.
Gerry
McCann declaró a las once y cuarto de aquella mañana y Kate McCann justo
después de las dos de la tarde. Las dos declaraciones fueron virtualmente
idénticas y, tras una confirmación posterior los temores de los oficiales sobre
la contaminación estaban bien fundados, incluían descripciones de oídas de lo
que otros miembros del grupo había estado haciendo, en vez de ceñirse a lo que
ellos habían visto en realidad por sí mismos. En general sus contribuciones
fueron relativamente parcas y fácticas sin mención de una intromisión forzada.
Ninguno de ellos tenía ninguna queja sobre la actuación de la policía durante
las doce horas anteriores, aunque, por supuesto, como padres de una niña
desaparecida eran libres de decir lo que desearan. Cabe señalar también que en
sus declaraciones no hay constancia de ninguna de las presuntamente claras pero
secretas evidencias de intrusión y secuestro, tal como la posición del peluche
de la niña o el estado de su cama, que Kate McCann en particular – hasta la
apertura del proceso policial- hizo creer insistentemente habían sido
proporcionadas a la policía. Sin embargo ellos mantuvieron que claramente era
un secuestro.
Antes
de abandonar la comisaría la pareja fue informada de su obligación de silencio
como testigo bajo legislación portuguesa y hechos conscientes, otra vez, del
punto de vista oficial de la policía de que la publicidad muy probablemente
estaba poniendo en peligro a su hija. Los McCann ni protestaron ni pusieron
objeciones a estas advertencias. Más tarde aquella noche el proceso había
terminado por fin y los llevaron de vuelta, con la habitual pesadilla de las
altas velocidades portuguesas no ayudando en nada a calmar sus nervios,
llegando a Praia da Luz justo antes de las 22h00. Había sido un largo y
exhausto día.
Los
padres nunca dieron una explicación satisfactoria de las actividades
independientes de Gerry, respaldado por su mujer, el 4 de mayo, comienzo de la
“investigación paralela”. Hablando de la inmensamente importante decisión de
“introducir” a los medios de comunicación Kate McCann parecía completamente
ignorante del significado y potencial de sus acciones, como si fuera un asunto
sin importancia. Dijo que lo habían hecho porque “no sabían qué otra cosa
hacer”, tras este razonamiento bastante raro con una de sus largas cadenas de
incongruencias con acento de Liverpool, que los entrevistadores dejaron pasar
sin respuesta hasta que se fueron apagando: “El sentimiento era de absoluta
impotencia,” gimoteó ella con impotencia, “estás absolutamente desesperado.
Quiero decir, esta es nuestra hija a quien queremos más allá de las palabras, y
cada segundo es como horas. Nada sucede lo suficientemente rápido.” Gerry al
menos reconoció que “La policía portuguesa decía, “No, sin medios”, pero al
igual que su esposa utilizó la “D” word (Palabra “D”: Hace un juego de palabras
con la D-Notice que emite el gobierno británico para evitar que los editores
hablen sobre un determinado tema por “seguridad nacional”) en defensa de su
incumplimiento del requerimiento – “pero en ese momento estábamos
desesperados.”
La
motivación final de Gerry puede no conocerse nunca. Tal como hemos visto él era
descrito constantemente por amigos y asociados en Praia da Luz como un hombre
que estaba a favor de cualquier tipo de acción por encima de la reflexión,
aunque esto parece extremadamente raro, incluso incompatible, con un médico que
está especializado en diagnósticos cardíacos: actúa primero y evalúa después en
ese campo y acabarás rodeado de cadáveres. El minucioso análisis de las
posibilidades de vida y muerte precedente a los actos que Gerry McCann debe
haber practicado regularmente en su profesión, estaba aparentemente ausente en Praia
da Luz.
Más
tarde habló de querer “actuar” como una forma de sobrellevar la crisis temporal
y el dolor, aparentemente ajeno tanto a las implicaciones egoístas de su
declaración como al argumento obvio de que en este caso los riesgos potenciales
de una acción independiente –y basada en la publicidad- podría literalmente
haber sido un asunto de vida o muerte para otra persona. “Si nos hubiésemos
quedado en casa,” dijo después, enfatizando una vez más con ese arqueo de cejas
el “nosotros”, lo que excluía a Madeleine, “nos hubiésemos encerrado y
esperado, y esperado, y esperado durante un mes, seríamos una sombra de la
persona que éramos.” Sea lo que sea lo que uno extraiga de tal punto de vista,
refleja claramente su inusual certeza de que sus actos eran capaces devolver a
Madeleine de su destino, y su negativa a aceptar siquiera la posibilidad de que
sus posibilidades estaban más allá de su influencia.
Si
estuvo preocupado en algún momento por emprender acciones independientes en un
caso criminal sin ningún tipo de conocimiento investigativo, o dudó antes de
tomar decisiones irrevocables sobre su hija, no nos lo ha dicho. Ni tampoco ha
dado nunca una explicación detallada de por qué el enfoque de la policía –y
concretamente las advertencias contra la iniciativas que, tal como veremos, ya
estaba tomando- era inaceptable para él. El inefable Clarence Mitchell dijo
luego, “Todo lo que hemos hechos desde el principio (en términos de medios de
comunicación) ha sido evaluado muy cuidadosamente y muy pensado.” Esto
claramente no era verdad, algo que difícilmente debería sorprendernos, dada la
fuente: los padres no afirman haber pasado tiempo evaluando, solo
desesperación, o acción por su propio bien y no había tiempo u oportunidad para
que los padres “pensaran las cosas” antes de actuar: los testigos presenciales,
tal como hemos visto, demuestran que Gerry McCann cambió de estar tirado
histérico por el suelo a una acción compulsiva basada en el teléfono sin ningún
intervalo de evaluación y consideración.
Tampoco
ha buscado nunca justificar, explicar o incluso mencionar su negativa de
mantener a la policía totalmente informada sobre sus acciones independientes y,
particularmente, su exposición contra ellos, a sus espaldas y sobre sus
cabezas, el 4 de mayo. Es esta negativa, en efecto, la semilla de tanta
amargura y desconfianza entre la policía y los padres. Carlos Anjos, el
director de la Asociación del DIC portugués, habló después por muchos de ellos
cuando acusó a los padres de crear “un monstruo de información” que había
dañado el caso. Sus criterios entonces y después eran fácticos pero uno podía
percibir bajo ello un elemento adicional de shock y traición tanto por la forma
que los padres habían hecho cosas como por lo que habían hecho.
En
cuanto a lo que siguió Anjos fue categórico: “Nosotros estábamos en contra de
esto (la publicidad) desde el principio. Y sobre todo, estábamos en contra de
la publicación de la foto de Madeleine McCann por todo el mundo. Pensamos que
las fotos que se hicieron públicas no deberían haber mostrado la marca
distintiva que Maddie tenía en el ojo. Por nuestra experiencia en
investigaciones criminal si se tratara de un secuestro, que era lo que nosotros
creíamos... la publicación de tal característica distintiva hubiera puesta la vida
de esa persona en peligro.”
Las
fotos con la característica que fueron publicadas por los familiares de Gerry
el 4 de mayo: claramente en sus conversaciones con ellos él no había
considerado adecuado exponerles las advertencias de la policía, mucho menos
insistir en que se cumplieran. ¿Un desliz perdonable, con todo lo que le tenía
en mente? Muy posiblemente. Pero tales deslices, con consecuencias
incalculables en el destino de su propia hija, -¿y cuántos más debe haber?-
fueron, por supuesto, consecuencias de su iniciativa independiente y su
principal argumento en contra. Estaba jugando con fuego, fuego que amenazaba
con quemar a alguien que no era él mismo.
“En
cuanto a la forma, más que el qué, los policías tienen, como hemos dicho, buena
intuición. El Inspector Amaral supo aquella mañana que se debían estar
manteniendo conversaciones con gente de fuera que él no conocía, incluyendo,
aparentemente, una valoración crítica de su propio equipo operacional. Podemos
imaginar que el efecto que tuvo sobre él y sus colegas el posterior descubrimiento
de que los padres estaban dando información en contra del Cuerpo tanto al
gobierno Británico (tal como han demostrado desde entonces los requerimientos
de Freedom of Information) como a los medios de comunicación, mientras
interpretaban la farsa de defenderles o haciendo saber que ellos “apoyaban
totalmente” a la policía – conducta más típica de políticos astutos con la
espalda contra la pared que de víctimas de un delito. Los medios de
comunicación británicos podrían haber estado deseosos de continuar con este
juego que era bastante transparente para ellos, aunque contenidos por sus
lectores, sin embargo los oficiales de policía pronto pudieron ver demasiado
bien lo que estaba ocurriendo.”
Quizás,
si la vida hubiese sido diferente Gerry McCann, una vez asegurado
económicamente el futuro de su familia y limado las asperezas, podría haberse
convertido en uno de esos médicos con talento para la política, un firme
escalador hacia las filas de un Royal College, por ejemplo, o un operador
delicado y dedicado al gobierno bizantino del Servicio Nacional de Salud,
incluso, quizás, un diputado. Llega la hora, llega el hombre: es una pena que
sus talento natural como político, como un operador realmente notable,
emergiera por primera vez en circunstancias tan trágicas y potencialmente
explosivas, dejando un residuo de profunda desconfianza en aquellos que no
consiguieron creer en él, tanto en Portugal como más allá. Y aquellos que
subestimaron a este aparentemente ingenuo e inculto de Glasgow iban a lamentarlo.
En
el último análisis, el comportamiento de los McCann a este respecto
–principalmente el de Gerry- sigue siendo un misterio, angustiado por el
silencio virtual, quizás silencio hacia sí mismo como hacia muchos otros.
Detrás se encuentra la insondable posibilidad de la oscuridad y duda en sí
mismo, cualidades que son anatema para Gerry McCann – duda permanente, en
retrospectiva, no sobre cualquiera de sus acciones de la noche del 3 de mayo
sino sobre las posibles consecuencias de lo que hicieron después. ¿Cómo,
robarle la iniciativa a la policía podría haber ayudado a encontrar a la niña a
largo plazo? Cualquiera que fueran sus debilidades era la única fuerza con el
poder y recursos para encontrar a la niña, después de todo. ¿Podría la
publicación de las fotos haberla dañado en realidad? Incluso ahora la niña
podría estar muerta en algún lugar porque, sí, porque el intento de prohibición
de la policía, basado en la experiencia y los conocimientos y aun así tan
casualmente violada por Gerry, estaba totalmente justificado y un secuestrador
se deshizo rápidamente de esta carga abrumadoramente reconocible. De hecho, de
dónde, ¿partió su certeza de que podría asilar las debilidades y mejorar a la
fuerza policial de un país entero? Para terminar, el “fracaso” de la
investigación, el archivo del caso que fue recibida con tanta satisfacción por
los McCann y su portavoz, pero que equivale a admitir que los portugueses nunca
encontrar a su hija - ¿fue eso realmente un desenlace deseable y había
contribuido a ello el conflicto entre los padres y la policía?
En
cualquier caso, el 4 de mayo, fue decisión de Gerry actuar, no valor o
considerar, y Gerry McCann estaba actuando, como veremos, con una magnitud
importante.
©
Traducción de Mercedes